Cuando ser la amiga fea te obliga a ser la más graciosa, la más lista, la más todo
Una etiqueta que duele, pesa… y a veces, define demasiado
Nunca he sido “la guapa”, siempre la simpática, la que tiene cosas interesantes que decir, la que hace reír, la que te ayuda con tus dramas, te da buenos consejos. Siempre la que destaca en otras cosas pero que nunca llama la atención con facilidad.
Y aunque lo llevo con cierta dignidad, porque ser la graciosa también tiene su encanto, algo dentro de mí siempre ha sabido que eso no es del todo justo. ¿Por qué ser suficiente requiere tanto esfuerzo cuando no eres tú la que se lleva todas las miradas?
Recuerdo el día que vi The DUFF a los 13 años, esa película me golpeó como una patada emocional. Ese era mi lugar en el mundo, mi etiqueta, era por lo que se me veía: la designated ugly fat friend. El comodín emocional, la que hace resaltar a las demás. Y en la vida real, a diferencia de en esa película, no hay un chico que te besa bajo la lluvia y te convence de que tú también mereces un final feliz. En la vida real, aprendes a ser la mejor amiga, la más divertida, la que brilla por contraste… sin que nadie note cuánto te costó encender la luz.
Es curioso cómo una empieza a construirse desde la carencia, como si ser tú misma no fuese suficiente, como si tuvieses que añadir algo más al mundo, como si existir no bastase. Así que te vuelves graciosa, lista, ingeniosa, empática, talentosa… Como si estuvieras constantemente tratando de compensar una deuda invisible: la de no haber nacido con el tipo de belleza que hace que la gente se gire por la calle.
Y sí, claro que el amor propio es maravilloso. Está genial eso de quererte por lo que eres, sin filtros ni validación externa, pero no es tan sencillo como parece. Me encantaría que mi camino por el amor propio fuese un camino de flores, un recorrido fácil de cumplir, pero es más bien un bosque oscuro, lleno de ramas que me golpean la cara al pasar. Porque, ¿cómo se construye algo que nadie nunca te enseñó a ver? ¿Cómo te convences de que vales, si nunca has sentido que alguien más lo cree?
Es agotador tener que compensar constantemente, es como si ser “yo” siempre tuviese que ir unido a un “pero”. Como si mi existencia necesitase una nota: es maja, pero... no es guapa. Es lista, pero... no es esa chica... ¿Y si simplemente no quiero tener que justificar quién soy todo el tiempo? ¿Por qué no puedo existir y ya?
Todo esto hace que mi cabeza se llene de muchas más preguntas: ¿Y si toda mi personalidad se construyó como respuesta a no sentirme suficiente? ¿Y si soy tan graciosa porque tengo miedo de no ser querida? ¿Y si me volví tan fuerte porque nunca me he sentido deseada? ¿Y si soy la más todo… porque nunca me he creído suficiente?
Es injusto, es muy injusto que siempre tenga que estar compensando, añadiendo algo más a la ecuación, haciendo todo y más para que se me tenga en cuenta, para que se me valore. Si eres guapa, se te permite ser aburrida, se te perdona ser más callada, menos ingeniosa. Pero cuando no entras en el molde, cuando no eres alguien con un físico interesante, entonces pobre de ti si no tienes “algo más” que ofrecer. Es como si estar por debajo del estándar te obligase a rendir el doble solo para que te vean la mitad.
Y todo esto, al final pesa, pesa mucho. Yo no he escogido esta etiqueta, se me impuso desde pequeña y me obligaron a tener que resaltar de una manera distinta.
Odio sentirme insegura por como me veo, odio pensar que nunca le voy a gustar a nadie si no le demuestro primero mi personalidad, como si mi físico fuese un obstáculo que tengo que saltar para que alguien quiera quedarse. Odio sentir miedo cuando llego a sitios nuevos porque la primera imagen que se lleva la gente de mi nunca va unida a comentarios bonitos. Es genial que reconozcan mi esfuerzo, mi entusiasmo, mi alegría… Pero a veces solo quiero sentirme bonita.
Me gustaría poder entrar en una habitación sin compararme, sin sentirme poca cosa, sin observar mi reflejo en cada superficie en la que me reflejo. Sin pensar en si alguien se va a fijar en mí y sentirme decepcionada cuando no suceda. Me gustaría saber qué se siente cuando tienes esa seguridad de que gustas solo con aparecer, sin tener que ganarte todo desde cero.
No sé si alguna vez dejaré de sentirme “la amiga fea”, porque ese título no me lo puse yo, pero sí que lo arrastro como si fuese mío. Lo que sí sé, es que no quiero que mi valor esté condicionado por lo que otros ven, ni a cómo me comparo, ni a lo que se espera de mí.
Tal vez no necesito ser la más graciosa, ni la más lista, ni la mejor amiga… Tal vez, por primera vez, solo necesito ser yo y, a lo mejor, eso es suficiente.
Gracias por leerme, por estar al otro lado de lo que no siempre me atrevo a decir en voz alta. Puedes suscribirte gratis y así nos podemos seguir leyendo☆
Me he sentido demasiado identificada y es un peso enorme, aunque tratas de recompensarte con otras cualidades tuyas pero siempre está el "no soy bonita", y eso finalmente te derrumba por completo. ¿Por qué tenemos que esforzarnos tanto por ser suficiente o ser "algo" si es que no somos lindas? Es una pregunta que me hago constantemente y probablemente la sociedad esté completamente involucrada en la respuesta pero no hay nada que pueda hacer ahora, solo seguir tomada de la mano con "al menos soy lista, graciosa y simpática".
Aprecio mucho como has explicado este sentimiento que muchas compartimos y de la manera que tus palabras llegan al corazón 🤍
Que manera de identificarme con lo que escribes. De verdad es una carga pesada tener que vivir con un título impuesto por otros y tener que esforzarse el doble para que te ven a medias como lo mencionas. (Esa frase fue la que mas me quedó).